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Puede que sí
La habitación se llenó de una oscuridad lúgubre. Las cortinas rotas y manchadas apenas dejaban entrar la luz del atardecer. Una niña sin vida estaba colocada en una cama temblorosa en el centro. Ojos vidriosos de una persona perdida y perdida, símbolo de un mundo de dolor y desesperación. La droga la envolvió en un dócil abrazo mientras yacía en coma, los cigarros que fumaban rodeaban sus dedos temblorosos. Las cicatrices en sus brazos hablaban de luchas internas, batallas perdidas y heridas que nunca sanarían. Luego la realidad se desvaneció y entró en un éxtasis fugaz. Hasta su:
¿Puede qué si?
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